Teide nevado desde el norte de Tenerife

Acababa de anochecer y gracias a la luz de la luna creciente podía ver parte del paisaje, con el Teide nevado, que me rodeaba. Mientras sacaba ésta foto me eché en la lava negra para disfrutar del lugar, de las estrellas y del total silencio que reinaba en ese momento. No se movía ni una hoja. Pero de entre los pinos, como a ciento cincuenta metros apareció algo que volaba bajo y que además volaba en mi dirección. En mi mano, una linterna y a medio metro de mi, la cámara. Yo seguía inmóvil, y aquel bicho seguía volando en mi dirección sin desviarse un ápice. Me di cuenta que venía, cuando menos, a investigar qué era lo que estaba en el suelo tirado y quizás con intenciones poco amigables.
Cuando estaba a cinco o seis metros de mi y bajando, aquello ya se hacía inmenso y decidí encender la linterna y moverme recostándome un poco. Dirigí la linterna hacia aquel animal y en ese momento casi se paró en seco en el aire, desplegó sus inmensas alas y giró no menos de noventa grados para alejarse lo más rápido posible de aquel lugar.
Puede parecer un relato de ficción, pero no lo es. Es una pequeña anécdota, de tantas, que tienes cuando vas a hacer éste tipo de fotos.
Creo que al final se asustó más el pobre animalillo de lo que lo hice yo. No soy experto en ese tipo de aves nocturnas, pero aquella era la lechuza (o similar) más grande que he visto.

Teide nevado entre pinos

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